Un hombre de unos 30 años solicitó a la Policía sueca la autorización para quemar un ejemplar de la Torá y otro de la Biblia frente a la embajada israelí en Estocolmo, y describió su acto como una «acción simbólica en nombre de la libertad de expresión» en respuesta a la quema de un Corán frente a una mezquita del mismo lugar en junio.
La decisión de autorizar la quema de la Torá y la Biblia en Suecia ha generado una fuerte indignación en la sociedad israelí, por lo que Lior Hayat, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, expresó en un tuit que la quema de libros sagrados es un acto de odio e intolerancia y no tiene nada que ver con la libertad de expresión.
Además, instó a las autoridades suecas a impedir la quema de los libros sagrados.
El presidente de Israel, Isaac Herzog, criticó la decisión de las autoridades suecas de autorizar la quema de la Torá y la Biblia en Estocolmo. En su cuenta de Twitter, pidió al mundo que se una y condene claramente este acto abominable.
Herzog se opuso firmemente a la quema del Corán y expresó su horror de que el mismo destino espere a la Biblia judía, el libro eterno del pueblo judío. La decisión de la policía sueca de aprobar la solicitud para quemar los libros sagrados ha sido condenada por Israel.
Pero, como si fuera de película, el hombre que pidió este infame acto se arrepintió de su petición al afirmar que harían lo opuesto de lo que él quería originalmente.
Ahmad A., el organizador de la manifestación en la que se quemarían la Torá y la Biblia en Estocolmo, explicó a los periodistas que su intención era criticar a las personas que quemaron el Corán en Suecia en los últimos meses, ya que las leyes del país no prohíben este tipo de acciones.
«Es una respuesta a la gente que quema el Corán. Quiero mostrar que la libertad de expresión tiene límites que hay que tener en cuenta», explicó.
«Quiero mostrar que debemos respetarnos unos a otros, vivimos en la misma sociedad. Lo que quería mostrar es que no está bien hacerlo», añadió.
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU aprobó una resolución condenando la profanación del Corán y otros actos de odio religioso, a pesar de las advertencias de varios países de que el texto podría socavar la libertad de expresión.
La resolución fue aprobada después de un debate urgente reclamado por Pakistán a raíz de la quema de una copia del Corán durante una manifestación celebrada en junio frente a una mezquita de Estocolmo.

